“Vamos a hablar, tengo mucho que decirte”, le dice Nora a su marido antes del portazo definitivo y el abandono del hogar familiar que quedaría para siempre en la historia del teatro. Porque ese final no sólo le trajo fama a su autor sino también mucha controversia, por atreverse a mostrar la falta de sumisión de una mujer que se niega a seguir siendo para su marido sólo una muñeca sin autonomía. Casa de muñecas, estrenada en el Teatro Real de Copenhague en 1879, es la obra más conocida del dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Y su protagonista, Nora, representó durante mucho tiempo un símbolo feminista en la lucha por la igualdad. Muy a pesar de su autor, por cierto, quien con su obra buscaba denunciar la rigidez de una sociedad que somete a hombres y mujeres por igual.
Con la llegada del siglo XX, grandes artistas ajustaron cuentas con las intenciones de la obra: Bergman, quien la montó con el Dramaten de Estocolmo, puso el acento en el drama de Torvald, el marido, tan preso como Nora de la sociedad de su tiempo. Fassbinder fue más allá y en Nora Helmer, adaptación televisiva del drama ibseniano de 1973, todos los personajes buscan liberarse de la hipocresía y la corrupción moral de una sociedad castradora.
Para Alejandra Ciurlanti, responsable de la presente versión de Casa de muñecas, “la intención fue exacerbar el comportamiento psicológico de los personajes: la mujer y el hombre, o la otra pareja de la pieza, se hacen mutuos ajustes de cuenta. A través de esas situaciones puede verse lo que han hecho bien y lo que han hecho mal respecto de los vínculos que los unen”. Estrenada en la Sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín en 2001, el montaje contó con un prestigioso elenco integrado por Carolina Fal (Nora), Alejandro Awada (Thorvald Helmer), Luis Machín (Krogstad), Mara Bestelli (Kristine Linde) y Gabo Correa (Doctor Rank)